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JUAN BEROES

 

Nació en San Cristóbal, Estado Táchira en 1914 y murió en Caracas en 1975.

Beroes ha sido uno de los poetas venezolanos de mayor influencia en el país a partir de 1943, año en que aparece su primer libro, "12 sonetos". Los poetas jóvenes de esos años lo leyeron con exaltación y lo imitaron abundante­mente pero no siempre con mucho éxito. Beroes era un poeta muy personal y su poesía de tono clásico, que fue sin duda la que mayor número de seguidores alentó, no era, en todo caso, lo más valioso en la totalidad de su obra.

Al lado de 72 sonetos, Libro de los sonetos, Cantos para el abril de una doncella, Retablillo de Anunciación, Sone­tos amorosamente escritos, Juan Beroes escribió también Clamor de la sangre, Prisión terrena, Texto de Invoca­ciones, Los deshabitados paraísos, entre otros títulos, que ofrecen una búsqueda poética más intensa y profunda que en los primeros libros señalados.

En sus libros más resaltantes, con su estilo intransferible y nunca exento de cierta modulación clásica, Juan Beroes interroga al mundo y, al mismo tiempo, se interroga a sí mismo, sin agotar jamás la interrogante, acerca de los tras­cendentales problemas de la vida y la muerte, la resurrec­ción, el amor como búsqueda metafísica que desborda los planos sensoriales, el origen y destino del hombre sobre la tierra y el más allá.
El poema que incluimos en esta selección, Potro en el tiempo, es
un bello canto épico al potro universal y sin edad: “ese viento de
Dios sobre la tierra”, ese joven potro vigoroso que se yergue altivo
y de “de pie sobre su blanco relincho”.

Francisco Pérez Perdomo

 

 

TEXTOS EN ESPAÑOL   -   TEXTOS EM PORTUGUÊS

 

El CABALLO EN LA POESÍA VENEZOLANA.  Selección de la antología por Luis Alberto Crespo, Eugenio Montejo, Alberto Patiño.  Fotografí Sebastián Garrido. Caracas: Acopromo, 1981.  97 p. ilus. foto p&b  capa dura  sobrecapa. 24 x 29 cm.   Ej. bibl. Antonio Miranda

 

        POTRO EN EL TIEMPO

   Venía de las selvas que mueve la eternidad,
tembloroso y desnudo como la primera hoja.
Traía vuelta hacia el alba la cabeza inocente
y hendidos por un tierno relámpago los cascos minerales.


Era el hijo de las robustas edades,
era el viento de Dios sobre la tierra.

Un día rumoroso del abril escarlata
yo lo vi levantarse sobre el hombro del mundo.

Los héroes lo seguían
porque sabía galopar sobre campos de siglos.
Las vírgenes solares — las de los oros pendientes —
lo llamaron entre guirnaldas mestizas
“furia de las siete estrellas”.
Los niños y los pájaros lo amaban
porque donde él estaba florecían tambores,
resonaban laureles.

Con las lanzas morenas descendió a la llanuras,
vio edificar países con la sal de los mares,
cruzó largos ríos sobre un río de banderas,
se asomó a los volcanes coronado de himnos.

Yo vi la libertad nacer de sus ijares,
húmeda y ruborosa, como jardín del tiempo.

Era un joven potro domador de espigas,
que de pie sobre su blanco relincho
daba espacio a las águilas
y abría las puertas de los continentes.

Recuerdo que en el atrio de mis años oscuros,
cuando el gallo lanzó juramentos de oro
yo negué, cierta vez,
haber visto aquel potro.

El abrió el huracán de las crines sedientas
y me hicieron sus fuegos bajo un humo sin nombre;
me amarraron sus cascos en un verso cualquiera.

Yo lo vi correr por los blancos empíreos
luz de sangre sin mancha
con las alas abiertas.

El viento de su hermosura
cruza por mis cambiantes praderas.


TEXTOS EM PORTUGUÊS
Tradução de ANTONIO MIRANDA

 

       POTRO NO TEMPO

Certa vez, em vi nascer um potro.

Vinha das selvas que move a eternidade,
trêmulo e desnudo como a primeira folha.
Trazia vira para a alvorada a cabeça inocente
e rachados por um tenro relâmpago os cascos minerais.

Era um filho das robustas idades,
erro o vento de Deus sobre a terra.

Um dia rumoroso de abril escarlate
eu o vi levantar-se sobre os ombros do mundo.

Os heróis o seguiam
porque sabia galopara sobre os campos seculares.
As virgens solares — aquelas de ouro pendentes —
chamaram-no entre grinaldas mestiças
“fúria das sete estrelas.”
Os meninos e os pássaros amavam-no
porque onde ele estava floresciam tambores,
ressoavam os lauréis.

Com as lanças morenas desceu das planícies,
viu edificar países com o sal dos mares,
cruzou longos rios sobre um rio de bandeiras,
aproximou-se dos vulcões coroado de hinos.

Eu vi a liberdade nascer de seus flancos,
úmida e ruborizada, como o jardim do tempo.

Era um jovem potro domador de espigas,
que de pé sobre seu branco relincho
dava espaço para as águias
e abria as portas dos continentes.

Recordo que no átrio de meus anos escuros,
quando o galo lançou juramentos de ouro
eu neguei, certa vez,
ter visto aquele potro.

Ele abriu o furacão das crinas sedentas
e me fizeram seus fogos sob um vapor sem nome;
me amarraram seus cascos em um verso qualquer.

Eu o vi correr pelos brancos celestiais
com as asas abertas.

O vento de sua formosura
cruza por minhas cambiantes pradarias.

 

*

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Página publicada em janeiro de 2021

 

 

 
 
 
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